Se llama efecto Tunnig-Kruger y consiste en creer, erróneamente, que con conocer un poco de una materia te habilita para ser "un genio". Sólo la profundización en el tema da verdadera claridad de nuestras verdaderas capacidades, pero el precio a pagar es llegar un punto en que estamos seguros de no comprender nada de lo que hemos estudiado. La clave es continuar perseverando y pronto comenzaremos a adquirir no sólo conocimientos nuevos y renovada confianza, sino la humildad de comprender nuestras limitaciones.
La moraleja es doble. Al principio nos sentiremos fuertes y confiados con lo poco que sabemos, pero, en realidad, nuestro desconocimiento es proporcionalmente mayor que nuestras verdaderas habilidades. Quedarnos en ese punto nos daría la falsa sensación de seguridad que nos inducir a errores y frustraciones enfadosas.
Continuar a partir del punto más bajo de confianza es el verdadero reto, pero, en realidad, el único verdadero, porque siempre podremos aprender y ser mejores, pero superar nuestra inseguridad y confiar, ciegamente, en lo que creemos que somos capaces de conseguir es lo que nos hará verdaderos expertos no sólo de nuestra materia, sino de algo aún más fundamental: la vida.
La soberbia es un pecado no porque ofenda a Dios, sino porque nos priva de la posibilidad de la humildad (del latín humus, tierra) que no significa actuar con pobreza de espíritu, sino con absoluta claridad de nuestras capacidades y limitaciones.
